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PATRIOTAS QUE HICIERON ESPAÑA

PATRIOTAS QUE HICIERON ESPAÑA

Pyre INFO 005.- Estamos en plena revisión de la “memoria histórica”… así que “revisemos” lo que haya que revisar. Este libro de Vaca de Osma nos plantea una revisión de nuestra historia a través de aquellas figuras históricas “que hicieron España”. Vale la pena leerlo para recordar que pertenecemos a una de las naciones más antiguas de Occidente, que no tenemos nada de lo que avergonzarnos y que generaciones y generaciones de españoles han contribuido a crear lo que hoy tenemos: una Nación. A partir de aquí, resulta evidente que un patrimonio no se dilapida, sino que se refuerza y se complementa. A nadie se le escapa que la mayor miseria del gobierno ZP consiste en intentar liquidar ese patrimonio. Esa también será su mayor responsabilidad histórica y por eso irá directo a la cloaca de la historia. Este libro, nos recuerda los mejores momentos de nuestra historia a través de los personajes más brillantes de la misma en todos los terrenos.

PVP: 22,00

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Para contactar: pyre38@yahoo.es 

Según el Diccionario de la Real Academia Española, patriota es la «persona que tiene amor a su patria y procura todo su bien». Partiendo de esta idea, José Antonio Vaca de Osma lleva a cabo en este libro un inventario apasionado de los españoles que, a lo largo de los siglos, han contribuido de modo especial a hacer patria.


Científicos, artistas, políticos, escritores, filósofos, profesores, músicos, deportistas... Todos tienen en común haber demostrado su insobornable patriotismo: en sus acciones predomina todo aquello que resalta el valor y el sentido de la patria; con el escepticismo inteligente necesario, incluso a veces con espíritu crítico y decepcionado, pero incidiendo siempre en la versión positiva o esperanzada, es decir, en la versión creativa, resaltando la impresión victoriosa y no la derrotista.


En estas páginas encontrará el lector cientos de nombres de patriotas: sabios ilustres, desde San Isidoro de Sevilla a Claudio Sánchez-Albornoz; monarcas gloriosos como Alfonso X, los Reyes Católicos o Felipe II; escritores que inmortalizan las hazañas de nuestra nación como Lope de Vega, Tirso de Molina o Calderón de la Barca... Y una larga lista de personajes que han brindado su aportación imprescindible para construir España. Como decía Cánovas del Castillo, hay que estar con la patria con razón o sin razón; ejercer un patriotismo fuerte y activo, como el que pedía Ramón y Cajal, orientado hacia el porvenir; y práctico, como el que pedía Joaquín Costa, con una alegre disposición capaz de imponerse al pesimismo y hacer participar a todos.

Fragmentos de la obra:

Capítulo I

CONCEPTO GENERAL Y SIGNIFICACIÓN ESPAÑOLA


En España tenemos la mala costumbre de exagerarlo todo. La actual crisis de valores ha llegado en este aspecto a extremos inconcebibles. No se trata de una crisis espontánea, sino bien dirigida y fomentada.

En estos días se está escribiendo mucho sobre cuestiones semánticas, el valor, interpretación y olvido de determinadas palabras. Entre las mayores víctimas de esa clase de valores, en este caso de tergiversación y olvido, figura la palabra y su derivada . Se habla de país, de pueblo, de comunidades, de ciudadanía... palabras a veces mal empleadas pero en sí muy dignas. Sin embargo, ninguna de ellas puede sustituir plenamente a la palabra en cualquiera de sus acepciones. Dudo que hoy aparezca en todo su valor en los textos oficiales, por ejemplo en esos engendros que se preparan para el ingreso en la Carrera Diplomática.


La Real Academia Española definió así la palabra en su diccionario clásico de 1925: . Y una segunda acepción: . Esta definición ha sido modificada en la edición de 1987 de un modo bastante significativo: . La segunda acepción no varía.


Por lo pronto, en cualquier sentido aparece el término como indispensable. Sin nación no hay patria y parece también que sin patria no hay nación. Creo que la idea de patria, en su sentido más vulgar y popular, va más allá.


Para el homínido, incluso para el chimpancé o el gorila, hoy tan cómicamente humanizados por nuestros darwinistas políticos de última hora, patria es su árbol o sus árboles, el territorio que han delimitado, incluso por medios orgánicos. En este aspecto, no digamos en la prehistoria o en la protohistoria: mi patria es mi prado, mi ganado, mi cueva de Atapuerca. Y unas ideas muy primitivas pero siempre válidas: allí donde yo nací, donde nacerán mis hijos y donde yacen nuestros padres, el cementerio como fase final del patriotismo en lo material y muchas veces en lo espiritual.


En este sentido avanzado podemos hablar de estos conceptos como sentimientos humanos, no como creaciones político-jurídicas, mucho antes de la concreción de la idea de nación, que es la que aquí nos interesa, porque vamos a tratar del patriotismo español, enlazando muy diversas expresiones del mismo. Muchas de ellas egregias desde hace siglos, algunas de tiempos en que España todavía no existía como nación-Estado, a pesar de haber sido los primeros como tales en toda Europa.


Hace pocos días se ha publicado un libro sobre los perdedores de la historia de España (Fernando García de Cortázar, Barcelona, Planeta, 2006). No quiere ser éste que hoy escribo ni una refutación ni una versión contraria, es decir, algo así como los vencedores de la historia de España, sino la de aquellos que expresaron la parte positiva del pasado y del presente, con claridad, sin ceguera, sin patrioterismos, con todo el escepticismo inteligente necesario, pero expresando siempre la versión positiva o esperanzada; es decir, la versión creativa, y resaltando la impresión victoriosa y no la derrotista, lo que con fortuna se da con frecuencia en los grandes escritores cuando rememoran las grandezas de nuestro glorioso pasado.


Buenos patriotas fueron muchos de esos perdedores de la Historia de España, no todos ellos olvidados, ni mucho menos, y tampoco tan perdedores como se nos quieren presentar en recientes y muy interesantes estudios.


Aquí nos interesa la parte valiosa de su patriotismo, a veces tan español por su sentido crítico y decepcionado. Vencedores en ese aspecto fueron varios de los grandes arbitristas del siglo XVII y de los ilustrados del siglo XVIII. Ya lo iremos viendo. La huella que han ido dejando en nuestra historia es bien positiva, fueran cuales fueran los hechos posteriores.


Claro es que en este libro va a predominar lo optimista, lo constructivo, todo lo que resalte el valor y el sentido de la patria. No queremos caer en neutralidades que no sean fuertes, ni en indiferencias cansinas o , ni en internacionalismos oportunistas, ni en alianzas civilizadoras ilusorias.


Insistimos en la vigencia de la palabra , en revalorizarla sin partidismos políticos, fijando también claramente que nación y patria son dos conceptos grandes, simultáneos y omnicomprensivos. Una patria que confirma en sí misma la unidad de España, cuyas comunidades son todas históricas, no ésta o aquélla, sino todas. Y que otras palabras están siendo utilizadas con un sentido deformado, como , abstracción oportunista, para echar agua al vino del separatismo.


Insisto sobre el concepto y la significación del patriotismo español. Éste no supone en modo alguno incompatibilidad con el amor al terruño, el hablar una lengua o un dialecto distintos, el mirar a la luna al pie del campanario del pueblo, incluso unas peculiaridades culturales propias.


El patriotismo es algo telúrico que va más allá y que sólo se siente del todo en la ausencia. Hay que estar con la patria con razón o sin razón, como decía Cánovas del Castillo, un patriotismo fuerte y activo, como el que pedía Ramón y Cajal, orientado hacia el porvenir, que sea práctico, como el que pedía Joaquín Costa, escuela y despensa, con una alegre disposición capaz de imponerse al pesimismo para vencerlo y hacer participar a todos en el honor esforzado de los vencedores.


El patriotismo, refiriéndonos al de los supuestos perdedores, se impone a sí mismo. Sabe casi siempre que no va a triunfar, pero no le importa. Ha hecho todo lo que le era posible. A la larga la posteridad le dará la satisfacción de que se sepa que su esfuerzo no ha sido baldío.


No es incompatible tampoco el afán patriótico con el deseo y la lucha por la fama en el honor propio. Hasta es lógico que vayan unidos. La elegancia moral del patriotismo es que esa victoria íntima sea consecuencia de la entrega al servicio de la patria. Un sentimiento que, de Rubén Darío a Vázquez de Mella, por citar dos ejemplos, se concibe como una comunidad moral e histórica de la que somos una parte. pequeña es la Patria, uno grande la sueña. Mis ilusiones, y mis deseos, y mis esperanzas, me dicen que no hay patria pequeña, escribe Rubén Darío.


En contra de cierta idea pesimista de algunos , hay conceptos y valores que no sólo no abruman, sino que estimulan y afirman el patriotismo. Acusan de ello al trono y al altar, en el terreno anímico de los que forman parte de la ideología conservadora. Es tan falso y frágil este argumento como cargar las culpas a la trilogía laica y revolucionaria de igualdad, libertad y fraternidad. El patriotismo es un sentimiento continuo, como una glándula indispensable para la vida, que se exterioriza y se expresa en determinados momentos de exaltación, lo que no quiere decir que sea en sí pacífico y tranquilo y que no tenga momentos de depresión, de frialdad, incluso de decepción desilusionada. Si es auténtico, desde el fondo de la crisis, acabará por renacer.


El patriotismo no es un producto de la sociedad ni del Estado. Es anterior y superior, a la vez colectivo en lo social e individual en lo político. El que suponga que es patriota dando preferencia a su vinculación política o partiendo de un relativismo anarquista está perdido; en un sentido moral, no es nada. Como el de los internacionalistas de o los que creen, como Blasco Ibáñez, que la patria es allí donde se hace fortuna. Son ideas comprensibles, con su faceta superficial no criticable, pero eso no es patriotismo, es otra cosa.


También se puede ser un gran filántropo o un santo elevado a los altares, pero eso tampoco lleva en sí el concepto de patria, aunque lo lógico es que haya una espléndida coincidencia en ambos casos. Cualquier buen patriota puede y debe ser un hombre de bien, y viceversa.

PVP: 22,00

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