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ZAPATERO: EL EFECTO PINOCHO... real como la vida misma

ZAPATERO: EL EFECTO PINOCHO... real como la vida misma

Pyre Info 001.- José Luis Rodríguez Zapatero es una catátrofe en la historia de España. Sería difícil encontrar a un incapaz más incapaz y peor dotado para ejercer la presidencia del gobierno de España. ZP es un azar en nuestra historia. Llegó en tren… en los trenes del 11-M que todavía no se sabe por quienes estuvieron fletados, pero que, en cualquier caso, lo convirtieron en el gran beneficiario del crimen. Este libro recuerda quién es José Luis Rodríguez Zapatero. El título de El efecto Pinocho” no es casual. Tal efecto consiste en decir una cosa y hacer exactamente la contraria. Zapatero se ha acostumbrado a utilizarlo siempre que lo necesita. Una artimaña que despista a los próximos y agrede a los lejanos. Su paso por el Palacio de la Moncloa ha dejado ya, en muy poco tiempo, una forma de hacer política basada en la imagen personal, aliñada por un sectarismo extremo, condimentada por la persecución de aquellos que discrepan y diseñada desde la exclusión como sistema. El presidente sabe lo quiere y lo que busca. Lo hace sin reparos, con buenas dosis de resentimiento hacia el pasado y prejuicios hacia el futuro. Y sin asumir los peligros de la irresponsabilidad de sus actos. El poder no ha cambiado a Zapatero, simplemente ha dejado al descubierto a un presidente del Gobierno que había ocultado tras la careta del talante una personalidad llena de engreimiento, alejado de los ciudadanos e incapaz de escuchar.

 

PVP: 18,00 € + gastos envío

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Para contactar: pyre38@yahoo.es

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FRAGMENTO DE LA INTRODUCCION A LA OBRA:

EL PERSONAJE:

¿Cómo es Zapatero?

José Luis Rodríguez Zapatero ofrece un primer trato fácil y agradable. Aunque, casi de inmediato, detrás de esa sonrisa aflora un personaje frío y distante. Es muy calculador. Se rodea sin problemas de colaboradores, pero sólo los mantiene mientras le son útiles. Rechaza las fidelidades incombustibles. No quiere ataduras personales con nadie. Cuando alguien piensa que tiene la confianza del presidente, no pasa mucho tiempo hasta que recibe algún mensaje en la dirección contraria.

Dicen de él que tiene mucha suerte; él no lo piensa así. Zapatero cree que los resultados cosechados en su vida se deben a su buen hacer político. No es trabajador. No le gustan los papeles, ni los informes, ni los despachos. Entiende el trabajo del político en los pasillos, en la conversación, en el cambio de impresiones. Piensa que en ese terreno se mueve muy bien haciendo gala de sus dotes persuasivas. Es consciente de sus carencias culturales e intelectuales, y por lo tanto se refugia en la palabrería fácil y en el discurso barroco pero vacío de contenidos. Sin fondo real, se cubre con el manto de la efectividad.

Zapatero arrastra una fuerte carga ideológica en su planteamiento vital que ha ido dejando al descubierto paulatinamente. El secretario general del PSOE de julio de 2000 no tiene nada que ver con el presidente del Gobierno de julio de 2006. Antes basculaba hacia el centro izquierda, ahora se ha instalado en la izquierda pura y en muchos casos caduca. Es capaz de decir lo mismo y lo contrario en un corto espacio de tiempo, según el auditorio o las circunstancias.
El presidente del Gobierno es sectario en sus políticas, intransigente en sus formas, intocable en sus planteamientos, mezquino con los que no coincide, frío con lo que no le interesa y distante con lo ajeno.
En las relaciones personales mueve a las personas que dependen de él como quien mueve las piezas en una partida de ajedrez: cada una tiene una misión que debe cumplir, pero no son más que objetos de madera que ni sienten ni padecen; su utilidad termina cuando caen comidas por las piezas enemigas. Zapatero no es cercano a los suyos y se muestra muy frío con el adversario. Juega la partida de su vida; los demás son fichas decorativas.

También tiene muy clara cuál es su estrategia, y en ella trabaja sin descanso. No habla del futuro de España o del bienestar de los españoles, sino de SU modelo, de SUS proyectos, de SUS ideas, de SU futuro. Ha sido muy rápido en sustituir el plural por el singular. Habla en primera persona, gustándose a sí mismo e imponiendo una visión única de la realidad.

Él sabe que viene de los atentados del 11 de Marzo; sin la matanza de Madrid nunca habría ganado las elecciones, pero eso nunca lo reconocerá. Sólo le importa conseguir un nuevo modelo de sociedad en la que desaparezcan los valores tradicionales y surja un Estado fuera de la Constitución de 1978, con un verdadero partido único.
Zapatero fundamenta su política en la exclusión. Excluye a los que no piensan como él, a los que no razonan como él, a los que mantienen proyectos diferentes a los suyos. Una actitud que nos muestra a alguien que cree estar en posesión de la verdad. Representante máximo de la progresía, intérprete único de la izquierda, propietario del futuro, Zapatero se ha erigido en el señor de todo y de todos. Engreído, antes de tiempo, el presidente del Gobierno ha tardado muy pocos meses en encerrarse en su torre de marfil de La Moncloa.
Rodríguez Zapatero prometió en la noche electoral del 14 de marzo que el poder no le iba a cambiar; quizá el poder no le ha cambiado, simplemente nos ha dejado conocer al auténtico Rodríguez Zapatero escondido detrás de la careta del talante y de la moderación. Pisar el palacio de La Moncloa supuso la aparición de un personaje displicente, gélido, alejado de los problemas, encerrado en su carácter y obsesionado con la imagen.

Llegó muy rápido al Gobierno, con sólo cuatro años de oposición, y aunque no sabemos cuándo lo abandonará, lo cierto es que ha consumido a gran velocidad los plazos habituales de quien gobierna. Lleva poco tiempo en La Moncloa en comparación con González, Aznar e incluso Suárez, pero se encuentra ya en una situación que se presenta como terminal. Zapatero llegó muy rápido arriba, y se está quemando a gran velocidad.

El presidente del Gobierno no escucha desde hace mucho tiempo. Piensa que su estrategia es la correcta y que sus ideas son las únicas buenas. Su espíritu de superioridad hacia los más cercanos se hace en ocasiones insufrible. Ha convertido su primera legislatura en la más convulsa de la democracia española, y ha recuperado la inestabilidad como estado de ánimo, el enfrentamiento como estrategia política y la exclusión como directriz de Gobierno. Todas las decisiones, todas las iniciativas, todos los acuerdos del Ejecutivo Zapatero tienen como objetivo la deslegitimación del Partido Popular, la crítica a los gobiernos de Aznar, el desprestigio de otras opciones políticas que no sean la suya y las de sus aliados.

El Zapatero real asusta a la pluralidad y al respeto. Su insistencia en obtener en el Congreso de los Diputados unas alianzas -excluyentes con el PP- que ofrezcan la imagen de un partido único con un pensamiento único constituye una de sus prioridades. El grito de guerra del Ejecutivo socialista de 'Todos contra el PP' no tiene como fondo la exclusión de un partido político determinado: su objetivo es la descalificación -en ocasiones insultante- hacia la media España que no vota al Partido Socialista o a sus satélites. Ese intento de bloquear la vida parlamentaria, raíz necesaria para la democracia, esa intención de atrofiar las instituciones democráticas son de una gravedad extrema y se pueden considerar claves del pensamiento y de la acción política de Zapatero.

Reconocido republicano, piensa firmemente que la legitimidad democrática nos llega desde la II República, por lo que la búsqueda de una segunda transición, que anularía la primera, arrinconaría al Rey y dejaría fuera de la circulación a la media España que no se encuentra entre los ideales que quiere alcanzar.

Rodríguez Zapatero no acepta la crítica ni la perdona. No reconoce nunca en el adversario sugerencias de interés. Habla de diálogo pero sólo sabe imponer. Habla de consenso y no sabe ceder. Habla de acuerdos y no sabe rectificar. Estamos ante el talante de la imposición, de la exclusión y del desprecio. Desde su llegada a La Moncloa no ha ejercido como presidente de todos los españoles, y lo peor es que nunca ha pretendido serlo: simplemente es el jefe de los suyos. Los demás forman parte de la otra España, de la 'extrema derecha'.

La democracia volvió a España con la Constitución de 1978, pero Zapatero piensa que no es suficiente. Él quiere su democracia; una democracia parcial y partidista y que por lo tanto no se puede llamar democracia. Con él como presidente la convulsión está asegurada, y la historia dejará claro que la «etapa Zapatero» se ha convertido ya en el momento más complicado de la democracia española contemporánea.
 

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